La Historia no contada de los Cinco (Parte XII): Los cerezos en flor
Atraer al turismo extranjero era entonces - mediados y finales de los 90 - una de las pocas posibilidades para obtener los tan necesarios ingresos en divisas. Conociendo eso, Washington reforzó sus sanciones y amenazas contra las compañías extranjeras que invertían en Cuba o que tenían alguna transacción con la Isla. Coincidentemente la llamada Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) y otros grupos terroristas declararon abiertamente “enemigos” a los visitantes y justificaron los ataques violentos contra ellos. La Historia no contada de los Cinco (Parte XII): Los cerezos en flor
Atraer al turismo extranjero era entonces - mediados y finales de los 90 - una de las pocas posibilidades para obtener los tan necesarios ingresos en divisas. Conociendo eso, Washington reforzó sus sanciones y amenazas contra las compañías extranjeras que invertían en Cuba o que tenían alguna transacción con la Isla. Coincidentemente la llamada Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) y otros grupos terroristas declararon abiertamente “enemigos” a los visitantes y justificaron los ataques violentos contra ellos.
Mientras un gran número de turistas arribaban a la Isla una serie de bombas explotaron o fueron halladas en nuestros hoteles y balnearios en 1997 y 1998.
De abril a septiembre de 1997 tales ataques tuvieron a la ciudad de la Habana como su principal objetivo. Como resultado fueron heridas cuatro personas el 12 de julio al explotar bombas en los hoteles Nacional y Capri. El 4 de septiembre tuvieron lugar explosiones casi simultáneas en los hoteles Copacabana, Chateau y Tritón y en un restaurant de la Habana. En el Copacabana, Fabio di Celmo, un turista italiano de 22 años fue asesinado.
El 11 de agosto de 1997 en medio de esa campaña terrorista la FNCA hizo pública una declaración describiéndola como “incidentes de rebelión interna que han estado teniendo lugar en Cuba durante las últimas semanas” y manifestando que “la Fundación Nacional Cubano-Americana los apoya sin vacilación y sin reservas.”
No había nada de “interno” y mucho menos de “rebelión”. Algunos mercenarios centroamericanos arrestados en la Habana habían admitido que estaban actuando bajo las instrucciones de Luis Posada Carriles, un criminal fugitivo que escapó de un juicio por planear y organizar la primera destrucción en pleno vuelo de un avión civil en 1976 y que en este preciso momento disfruta de total impunidad en Miami. El 12 de julio de 1998 en una entrevista en la primera plana del New York Times, Posada Carriles admitió su total responsabilidad en los nuevos actos terroristas, reconoció que fue financiado por la FNCA y cínicamente se refirió a Fabio di Celmo como una persona “que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado” y cuya muerte no lo perturbaba, afirmando que él, Posada, podía “dormir como un niño”. Repitió palabras similares ante las cámaras de televisión en un programa transmitido para todos los Estados Unidos.
Entre marzo y abril de 1998 el Departamento de Estado y sus representantes en la Habana se pusieron en contacto varias veces con el gobierno cubano para compartir información sensible que ellos habían obtenido, la más grave de todas relacionada con posibles ataques a aviones civiles que volaban hacia la Isla. Nos pasamos horas examinando de conjunto lo que los norteamericanos consideraron tan verosímil que hizo que la Administración Federal de Aviación (FAA) emitiera una advertencia especial a las compañías aéreas.
En vistas de esos positivos intercambios Fidel tomó una muy importante iniciativa. Gabriel García Márquez, un reconocido amigo de Cuba y del líder de la Revolución, estaba viajando en poco tiempo para participar en una conferencia en Princeton y esperaba reunirse con el Presidente Clinton, lector y admirador, como muchos millones, del Premio Nobel de Literatura.
El 18 de abril, Fidel personalmente redactó un mensaje para Clinton y se lo entregó al escritor colombiano quien llegó a la capital de Estados Unidos el 1ro de mayo. Esperó por varios días “en la alcoba impersonal del hotel de Washington, donde llegué a escribir hasta diez horas diarias. Sin embargo, aunque no me lo confesara, la verdadera razón del encierro era la custodia del mensaje guardado en la caja de seguridad… me dediqué a cuidarlo mientras escribía, comía y recibía visitas en el cuarto del hotel.”
Imposibilitado de recibir al Gabo personalmente, el Presidente Clinton dispuso que algunos de sus asesores más cercanos lo hicieran en la Casa Blanca el 6 de mayo. De acuerdo con el informe del Gabo el mensaje de Fidel fue tomado muy seriamente.
Uno tras otro lo fueron leyendo con mucho interés. Richard Clarke, alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) dijo “que ellos darían los pasos inmediatos para un plan conjunto Estados Unidos-Cuba contra el terrorismo”, James Dobbins, también alto funcionario del CSN, “concluyó que ellos se comunicarían con su embajada (sic) en Cuba para encaminar el proyecto.” Mack McLarty “expresó su gratitud por la gran importancia del mensaje, digno de toda la atención de su gobierno, y del cual se ocuparían con urgencia.”
Para concluir la reunión en la Casa Blanca Mack McLarty dijo “‘Su misión era en efecto de la mayor importancia, y usted la ha cumplido muy bien’.”
Tanto el mensaje de Fidel como la completa y fascinante descripción de García Márquez de su misión fueron publicadas, sin editar, por Fidel Castro en un discurso público especial el 20 de mayo de 2005 (”Una Conducta Diferente”, www.antiterroristas.cu ).
Habiendo concluido tan delicada tarea, el Gabo estaba feliz, casi completamente feliz:
Mi única frustración en el camino del hotel era no haber descubierto y gozado hasta entonces el milagro de los cerezos en flor de aquella primavera espléndida.
Apenas tuve tiempo de hacer la maleta y alcanzar el avión de las cinco de la tarde. El que me había llevado de México catorce días antes tuvo que regresar a su base con una turbina averiada, y esperamos cuatro horas en el aeropuerto hasta que hubo otro avión disponible. El que tomé de regreso a México, después de la reunión en la Casa Blanca, se retrasó en Washington una hora y media mientras reparaban el radar con los pasajeros a bordo.
Antes de aterrizar en México, cinco horas después, tuvo que sobrevolar la ciudad casi dos horas por causa de una pista fuera de servicio. Desde que empecé a volar hace cincuenta y dos años, nunca me había sucedido nada semejante. Pero no podía ser de otro modo, para una aventura pacífica que ha de tener un sitio de privilegio en mis memorias.
(Este artículo de Ricardo Alarcón fue publicado originalmente en inglés, el 7 de octubre de 2009, en