Frente al terrorismo y la mentira
Estimados colegas y amigos:Compañeras y compañeros:
Sean bienvenidos todas y todos. Estoy seguro que este Seminario contribuirá al empeño común de construir una América nuestra verdaderamente libre e independiente con la plena realización de los ideales de Simón Bolívar y José Martí. La Alianza Bolivariana con sus logros palpables para millones en América Latina y el Caribe está indicando el camino seguro de la unión, la independencia y la justicia social.
El Seminario contará con intervenciones especiales de varias distinguidas personalidades de nuestro Continente cuya presencia nos honra especialmente. Con ellas se garantiza un debate indispensable para precisar los desafíos que encaramos en una situación internacional particularmente compleja, con peligros y amenazas, pero en la que hay también importantes oportunidades para nuestros pueblos. Definir los riesgos y ser capaces de encararlos juntos y juntos avanzar requiere sabiduría y firmeza. A ello servirá la reflexión colectiva entre todos.
Ustedes, estimados amigos, celebran este año el Bicentenario del momento glorioso en que a lo largo del Continente se proclamó el inicio de las luchas por la independencia en casi todos los países aquí representados. Para esa fecha Haití ya se había sacudido el yugo extranjero con la primera revolución antiesclavista triunfante en la historia y enfrentaba el asedio de los mayores poderes de la Tierra. Esa desdichada y heroica tierra, nuestro más cercano vecino, sufre aún las consecuencias de su hazaña, los efectos de más de dos siglos de hostilidad, agresiones y discriminación de quienes nunca le perdonaron que se atreviera a ser la primera en iniciar la lucha y la primera y solitaria nación que abolió la servidumbre humana.
Los cubanos nos regocijamos con la fiesta americana. Pero debemos recordar otro Bicentenario. No podemos olvidar que desde la independencia de las Trece Colonias norteamericanas el nuevo estado inició su expansión territorial y quiso extenderse a Cuba y las Antillas. Lo proclamó Jefferson en 1805 y lo repitió hasta su muerte marcando una obsesión norteamericana que dura ya más de dos siglos.
La pretensión de dominar a Cuba entró en una nueva fase a partir del primero de enero de 1959 cuando la Isla alcanzó su independencia real. Desde aquel día el Imperio desató una política agresiva con tres componentes inseparables - la guerra económica, el terrorismo y la propaganda mentirosa - que ha practicado sin pausa durante más de medio siglo. Desde el amanecer del año 59 facilitaron la fuga hacia el territorio norteamericano de los asesinos y torturadores batistianos que antes de escapar se robaron la casi totalidad de las reservas financieras de la República, y desde que al Norte llegaron los organizaron y les suministraron armas y explosivos y les dieron apoyo político y propagandístico.
La campaña mediática lanzada contra Cuba recientemente y a la que se han prestado algunos políticos y parlamentarios, no muchos por cierto, es, en esencia, la continuación de un empeño al que se dedican cuantiosos recursos del presupuesto federal norteamericano. A esa campaña Estados Unidos ha destinado más fondos que los entregados a América Latina como imaginaria “ayuda al desarrollo” desde los tiempos de la llamada “Alianza para el Progreso”, un embuste que ya nadie recuerda.
Pero si de algo sirven las mentiras y calumnias contra Cuba es para poner en evidencia la baja catadura moral de quienes las promueven.
Usaron como excusa la lamentable muerte de un delincuente común que decidió llevar a cabo una huelga de hambre. Por salvarle la vida se le llevó a un hospital en el cual recibió toda la atención requerida sin cobrarle un centavo a él ni a su familia. ¿En cuántos de los países desde donde se critica a Cuba se garantiza a cualquiera la atención médica gratuita? ¿Qué otro país, además de Cuba, soporta por más de cinco décadas un inhumano bloqueo económico que incluye la prohibición de acceder a medicamentos e instrumentos hospitalarios?
Algunos políticos y periodistas han estado tan ocupados repitiendo las consignas anticubanas que no pueden ver lo que ocurre ante sus propias narices. Nunca se les oyó denunciar las muertes por hambre y enfermedades curables de muchos niños y niñas que tienen la desgracia de no haber nacido en Cuba. Todavía no han dicho una palabra de protesta cuando es el Imperio que ordena y paga el que impone el ayuno por la fuerza.
¿Dónde estaban los calumniadores de Cuba cuando las fuerzas coloniales cercaron el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico? ¿Dijeron algo cuando les cortaron la electricidad y el agua a los jóvenes allí sitiados? ¿Protestaron cuando la policía atropelló a los familiares y a los artistas que trataban de llevarles comida y medicinas? La huelga estudiantil cumple ya más de cinco semanas y se extiende a los once recintos de la Universidad de Puerto Rico. Los que dicen defender los derechos humanos sólo cuando lo ordena el Imperio, nada hacen ante el drama de Puerto Rico, sometido aún al coloniaje en este año del Bicentenario. En nombre de la Asamblea Nacional del Poder Popular vuelvo a reclamar solidaridad con quienes libran esa hermosa batalla por la educación y la cultura.
Me veo obligado a agregar algo. Natalia Sánchez López tenía 21 años y junto a sus compañeros del recinto universitario de Mayagüez respaldaba la huelga el pasado 24 de mayo. Estaban hacinados en un local estrecho, cercados por las autoridades que les impedían recibir alimentos ni agua. Natalia se desmayó y fue llevada a un hospital en el que falleció al día siguiente. Era una muchacha alegre, feliz y defensora del medio ambiente. Ella quería vivir y hoy es una mártir puertorriqueña.
Repito su nombre: Natalia Sánchez López. Anótenlo porque de ella no hablan los tartufos tarifados de la prensa occidental ni por su muerte ha protestado el Parlamento Europeo ni ciertos colegas de este lado del Atlántico que no vale la pena mencionar.
Respeto y quiero a los corresponsales extranjeros. Comprendo sus tribulaciones. Nada fácil debe ser para una persona decente trabajar para medios que no lo son. Queda, desde luego, la opción de renunciar. Pero no se les puede pedir tal cosa a ciudadanos de países en donde lo que más crece es el desempleo.
No importa que callen los farsantes. Con la juventud puertorriqueña va su heroico pueblo y con ellos vendrá la Patria finalmente liberada.
Hablando de Puerto Rico hay que hablar del terrorismo promovido por Washington. Antes de concluir su mandato el anterior Gobernador de la Isla envió una carta al recién electo Presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Simplemente le pedía que instruyese al FBI que dejase de obstruir el esclarecimiento de las muertes en Puerto Rico de Santiago Mari Pesquera y Carlos Muñiz Varela, dos jóvenes atacados a plena luz del día por asesinos que deambulan todavía por las calles de Miami sin ser molestados por nadie. El Licenciado Aníbal Acevedo Vilá no pidió al Presidente Obama nada extraordinario. Sólo que el FBI, la agencia que se supone esté encargada de aplicar la ley, entregase lo que posee y oculta a los tribunales para que estos puedan hacer justicia. Hasta ahora el Presidente Obama, el hombre del cambio, nada ha hecho ni ha respondido, que se sepa, al Gobernador de Puerto Rico.
Tampoco ha respondido a la solicitud venezolana para la extradición de Luis Posada Carriles ni lo somete a juicio por terrorismo como está obligado por convenios internacionales y por la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que Estados Unidos hizo aprobar con gran fanfarria en septiembre de 2001.
Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González pronto cumplirán doce años de injusta prisión por haber luchado contra los terroristas anticubanos que gozan de escandalosa impunidad en Estados Unidos.
El caso de nuestros cinco compatriotas es rigurosamente silenciado por los medios informativos al servicio del Imperio. Cuando se sienten obligados a mencionarlos mienten descaradamente. La complicidad criminal entre Washington y los seudo-periodistas ha acompañado este caso desde el primer día.
El fraudulento “juicio” que se les impuso en Miami, el más largo de la historia norteamericana, fue ignorado completamente por esos medios. Pero en esa ciudad desataron una intensa campaña calumniando a los acusados y sembrando el temor entre los jurados con amenazas y provocaciones que llevaron a la Jueza a quejarse, sin resultado, desde el comienzo hasta el final de la farsa.
Ahora se sabe que esos llamados “periodistas” eran y son, en realidad, agentes asalariados del gobierno federal. Se conocen sus nombres y los muchos miles de dólares que recibieron. La organización no gubernamental que consiguió la desclasificación de la lista de los individuos involucrados sigue reclamando al Gobierno que revele también los contratos y otros datos elementales para medir el alcance de esta grave violación de la legalidad. Hasta ahora Washington se niega a hacerlo. ¿Qué más tratan de ocultar?
El próximo 15 de junio vence el plazo para presentar el recurso de “habeas corpus” a favor de Gerardo Hernández Nordelo. Esa es la única y última posibilidad legal que le queda luego que el Tribunal Supremo, a petición de la Casa Blanca, se negó a revisar su caso, ratificándole su condena a doble cadena perpetua más 15 años.
El caso de los Cinco es ante todo una desvergonzada prevaricación. El actual gobierno está obligado a ponerle fin del único modo posible: retirando todas las falsas acusaciones formuladas contra nuestros héroes y ordenando la inmediata liberación de todos ellos, sin excepción ni condiciones. Mientras no lo haga, el Presidente Obama no debería imaginar siquiera que él nos pueda convencer de que hay algo de verdad en sus promesas de cambio. Le toca a él demostrar que sí se puede.
Agradezco a Ustedes su participación en este Seminario. Siéntanse en casa propia. Trabajemos juntos para consolidar lo alcanzado y seguir adelante hasta la victoria siempre.
Palabras en la Inauguración del Seminario Internacional del PARLATINO. ”Logros y nuevos desafíos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP)” La Habana, 27 de mayo de 2010